Macbeth

ESCENA VII.

Macbeth

ESCENA VII.

Otra parte del campo.

MACBETH, el jóven SUARDO, MACDUFF, MALCOLM, SUARDO, ROSS y CABALLEROS.

MACBETH.

Estoy amarrado á mi corcel. No puedo huir. Me defenderé como un oso. ¿Quién puede vencerme, como no sea el que no haya nacido de madre?

EL JÓVEN SUARDO.

¿Quién eres?

MACBETH.

Temblarás de oir mi nombre.

EL JÓVEN SUARDO.

No, aunque sea el más horrible de los que suenan en el infierno.

MACBETH.

Soy Macbeth.

EL JÓVEN SUARDO.

Ni el mismo Satanás puede proferir nombre más aborrecible.

MACBETH.

Ni que infunda más espanto.

EL JÓVEN SUARDO.

Mientes, y te lo probaré con mi hierro. (

Combaten, y Suardo cae herido por Macbeth.

)

MACBETH.

Tú naciste de madre, y ninguno de los nacidos de mujer puede conmigo.

MACDUFF.

Por aquí se oye ruido. ¡Ven, tirano! Si mueres al filo de otra espada que la mia, no me darán tregua ni reposo las sombras de mi mujer y de mis hijos. Yo no peleo contra viles mercenarios, que alquilan su brazo al mejor postor. O mataré á Macbeth, ó no teñirá la sangre el filo de mi espada. Por allí debe estar. Aquellos clamores indican su presencia. ¡Fortuna! déjame encontrarle.

SUARDO.

(

A Malcolm.

) El castillo se ha rendido, señor. Las gentes del tirano se dispersan. Vuestros caballeros lidian como leones. La victoria es nuestra. Se declaran en nuestro favor hasta los mismos enemigos. Subamos á la fortaleza.

MACBETH.

¿Por qué he de morir neciamente como el romano, arrojándome sobre mi espada? Mientras me quede un soplo de vida, no dejaré de amontonar cadáveres.

MACDUFF.

Detente, perro de Satanás.

MACBETH.

He procurado huir de tí. Huye tú de mí. Estoy harto de tu sangre.

MACDUFF.

Te respondo con la espada. No hay palabras bastantes para maldecirte.

MACBETH.

¡Tiempo perdido! Más fácil te será cortar el aire con la espada que herirme á mí. Mi vida está hechizada: no puede matarme quien haya nacido de mujer.

MACDUFF.

¿De qué te sirven tus hechizos? ¿No te dijo el génio á quien has vendido tu alma, que Macduff fué arrancado, antes de tiempo, de las entrañas de su madre muerta?

MACBETH.

¡Maldita sea tu lengua que así me arrebata mi sobrenatural poder! ¡Qué necio es quien se fia en la promesa de los demonios que nos engañan con equívocas y falaces palabras! ¡No puedo pelear contigo!

MACDUFF.

Pues ríndete, cobarde, y serás el escarnio de las gentes, y te ataremos vivo á la picota, con un rótulo que diga: «Este es el tirano.»

MACBETH.

Nunca me rendiré. No quiero besar la tierra que huelle Malcolm, ni sufrir las maldiciones de la plebe. Moriré batallando, aunque la selva de Birnam se haya movido contra Dunsinania, y aunque tú no seas nacido de mujer. Mira. Cubro mi pecho con el escudo. Hiéreme sin piedad, Macduff. ¡Maldicion sobre quien diga «basta!» (

Combaten.

)

MALCOLM.

¡Quiera Dios que vuelvan los amigos que nos faltan!

SUARDO.

Algunos habrán perecido, que no puede menos de pagarse cara la gloria de tal dia.

MALCOLM.

Faltan Macduff y tu hijo.

ROSS.

Tu hijo murió como soldado. Vivió hasta ser hombre, y con su heroica muerte probó que era digno de serlo.

SUARDO.

¿Dices que ha muerto?

ROSS.

Cayó entre los primeros. No iguales tu dolor al heroismo que él mostró, porque entonces no tendrán fin tus querellas.

SUARDO.

¿Y fué herido de frente?

ROSS.

De frente.

SUARDO.

Dios le habrá recibido entre sus guerreros. ¡Ojalá que tuviera yo tantos hijos como cabellos, y que todos murieran así! Llegó su hora.

MALCOLM.

Honroso duelo merece, y yo me encargo de tributárselo.

SUARDO.

Saldó como honrado sus cuentas con la muerte. ¡Dios le haya recibido en su seno!

MACDUFF.

(

Que se presenta con la cabeza de Macbeth.

)

Ya eres rey. Mira la cabeza del tirano. Libres somos. La flor de tu reino te rodea, y yo en nombre de todos, seguro de que sus voces responderán á las mias, te aclamo rey de Escocia.

TODOS.

¡Salud al Rey de Escocia!

MALCOLM.

No pasará mucho tiempo sin que yo pague á todos lo que al afecto de todos debo. Nobles caballeros parientes mios, desde hoy sereis condes, los primeros que en Escocia ha habido. Luego haré que vuelvan á sus casas los que huyeron del hierro de los asesinos y de la tiranía de Macbeth, y de su diabólica mujer que, segun dicen, se ha suicidado. Estas cosas y cuantas sean justas haré con la ayuda de Dios. Os invito á asistir á mi coronacion en Escocia.

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