ESCENA PRIMERA.
Macbeth
ESCENA PRIMERA.
El antro de las brujas.—En medio una caldera hirviendo.—Noche de tempestad.
BRUJAS, HÉCATE, MACBETH, varias SOMBRAS y LÉNNOX.
BRUJA 1.ª
Tres veces ha mayado el gato.
BRUJA 2.ª
Tres veces se ha lamentado el erizo.
BRUJA 3.ª
La arpía ha dado la señal de comenzar el encanto.
BRUJA 1.ª
Demos vueltas al rededor de la caldera, y echemos en ella las hediondas entrañas del sapo que dormia en las frias piedras y que por espacio de un mes ha estado destilando su veneno.
TODAS LAS BRUJAS.
Aumente el trabajo: crezca la labor: hierva la caldera.
BRUJA 3.ª
Lancemos en ella la piel de la víbora, la lana del murciélago amigo de las tinieblas, la lengua del perro, el dardo del escorpion, ojos de lagarto, músculos de rana, alas de lechuza... Hierva todo esto, obedeciendo al infernal conjuro.
BRUJAS.
Aumente el trabajo: crezca la labor: hierva la caldera.
BRUJA 3.ª
Entren en ella colmillos de lobo, escamas de serpiente, la abrasada garganta del tiburon, el brazo de un sacrílego judío, la nariz de un turco, los labios de un tártaro, el hígado de un macho cabrío, la raiz de la cicuta, las hojas del abeto iluminadas por el tibio resplandor de la luna, el dedo de un niño arrojado por su infanticida madre al pozo... Unamos á todo esto las entrañas de un tigre salvaje.
TODAS LAS BRUJAS.
Aumente el trabajo: crezca la labor: hierva la caldera.
BRUJA 2.ª
Para aumentar la fuerza del hechizo, humedecedlo todo con sangre de mono.
HÉCATE.
Alabanza merece vuestro trabajo; y yo le remuneraré. Danzad en torno de la caldera, para que quede consumado el encanto.
BRUJA 2.ª
Ya me pican los dedos: indicio de que el traidor Macbeth se aproxima. Abríos ante él, puertas.
MACBETH.
Misteriosas y astutas hechiceras, ¿en qué os ocupáis?
LAS BRUJAS.
En un maravilloso conjuro.
MACBETH.
En nombre de vuestra ciencia os conjuro. Aunque la tempestad se desate contra los templos, y rompa el mar sus barreras para inundar la tierra, y el huracan arranque de cuajo las espigas, y derribe alcázares y torres; aunque el mundo todo perezca y se confunda, responded á mis interrogaciones.
BRUJA 1.ª
Habla.
BRUJA 2.ª
Pregúntanos.
BRUJA 3.ª
Á todo te responderemos.
BRUJA 1.ª
¿Quieres que hablemos nosotras ó que contesten los génios, señores nuestros?
MACBETH.
Invocad á los génios, para que yo los vea.
BRUJA 1.ª
Verted la sangre del cerdo: avivad la llama con grasa resudada del patíbulo.
LAS BRUJAS.
Acudid á mi voz, génios buenos y malos. Haced ostentacion de vuestro arte.
(
En medio de la tempestad, aparece una sombra, armada, con casco.
)
MACBETH.
Respóndeme, misterioso génio.
BRUJA 1.ª
Él adivinará tu pensamiento. Óyele y no le hables.
LA SOMBRA.
Recela tú de Macduff, recela de Macduff, Adios... Dejadme.
MACBETH.
No sé quién eres, pero seguiré tu consejo, porque has sabido herir la cuerda de mi temor. Oye otra pregunta.
BRUJA 1.ª
No te responderá, pero ahora viene otra sombra.
(
Aparece la sombra de un niño cubierto de sangre.
)
LA SOMBRA.
Macbeth, Macbeth, Macbeth.
MACBETH.
Aplico tres oidos para escucharte.
LA SOMBRA.
Si eres cruel, implacable y sin entrañas, ninguno de los humanos podrá vencerte.
MACBETH.
Entonces ¿por qué he de temer á Macduff?... Puede vivir seguro... Pero no... es más seguro que perezca, para tener esta nueva prenda contra el hado... No le dejaré vivir; desmentiré así á los espectros que finge el miedo, y me dormiré al arrullo de los truenos.
(
La sombra de un niño, con corona y una rama de árbol en la mano.
)
¿Quién es ese niño que se ciñe altanero la corona real?
BRUJAS.
Óyele en silencio.
LA SOMBRA.
Sé fuerte como el leon: no desmaye un punto tu audacia: no cedas ante los enemigos. Serás invencible, hasta que venga contra tí la selva de Birnam, y cubra con sus ramas á Dunsinania.
MACBETH.
¡Eso es imposible! ¿Quién puede mover de su lugar los árboles y ponerlos en camino? Favorables son los presagios. ¡Sedicion, no alces la cabeza, hasta que la selva de Birnam se mueva! Ya estoy libre de todo peligro que no sea el de pagar en su dia la deuda que todos tenemos con la muerte. Pero decidme, si es que vuestro saber penetra tanto: ¿reinarán los hijos de Banquo?
LAS BRUJAS.
Nunca podrás averiguarlo.
MACBETH.
Decídmelo. Os conjuro de nuevo y os maldeciré, si no me lo revelais. Pero ¿por qué cae en tierra la caldera?... ¿Qué ruido siento?
LAS BRUJAS.
Mira.—¡Sombras, pasad rápidas, atormentando su corazon y sus oidos!
(
Pasan ocho reyes, el último de ellos con un espejo en la mano. Despues la sombra de Banquo.
)
MACBETH.
¡Cómo te asemejas á Banquo!... Apártate de mí... Tu corona quema mis ojos... Y todos pasais coronados... ¿Por qué tal espectáculo, malditas viejas?... Tambien el tercero... Y el cuarto... ¡Saltad de vuestras órbitas, ojos mios!... ¿Cuándo, cuándo dejareis de pasar?... Aún viene otro... el séptimo... ¿Por qué no me vuelvo ciego?... Y luego el octavo... Y trae un espejo, en que me muestra otros tantos reyes, y algunos con doble corona y triple cetro... Espantosa vision... Ahora lo entiendo todo... Banquo, pálido por la reciente herida, me dice sonriéndose que son de su raza esos monarcas... Decidme, ¿es verdad lo que miro?
LAS BRUJAS.
Verdad es, pero ¿á qué tu espanto?... Venid, alegraos, ya se pierde en los aires el canto del conjuro: gozad en misteriosa danza: hagamos al Rey el debido homenaje.
(
Danzan y desaparecen.
)
MACBETH.
¿Por dónde han huido?... ¡Maldita sea la hora presente!
LÉNNOX.
¿Qué hay?
MACBETH.
¿No has visto á las Brujas?
LÉNNOX.
No.
MACBETH.
¿No han pasado por donde tú estabas de guardia?
LÉNNOX.
No.
MACBETH.
¡Maldito sea el aire que las lleva! ¡Maldito quien de ellas se fia! Siento ruido de caballos; ¿quién son?
LÉNNOX.
Mensajeros que traen la noticia de que Macduff huye á Inglaterra.
MACBETH.
¿A Inglaterra?
LÉNNOX.
Así dicen.
MACBETH.
El tiempo se me adelanta. La ejecucion debe seguir al propósito, el acto al pensamiento. Necesito entrar en Faife, y degollar á Macduff, á su mujer y á sus hijos y á toda su parentela... Y hacerlo pronto, no sea que el propósito se frustre, y quede en vana amenaza. Basta de agüeros y sombras.