ESCENA IV.
Macbeth
ESCENA IV.
Sala de palacio. Mesa preparada para un festin.
MACBETH, los CONVIDADOS, LADY MACBETH, ASESINO 1.º y LÉNNOX.
MACBETH.
Sentaos, segun vuestra categoría y nobleza. Bien venidos seais todos.
LOS CONVIDADOS.
Gracias.
MACBETH.
Siéntese la reina en el trono, y démosle la bienvenida.
LADY MACBETH.
Gracias. Dádsela á nuestros convidados. Os saludo de todo corazon, señores.
MACBETH.
Con toda el alma te lo agradecen. (
Á Lady Macbeth.
) Los dos lados iguales: yo en medio. Alegraos, brindaremos juntos.
(
Se presenta el asesino 1.º
)
Traes manchada la cara de sangre.
ASESINO 1.º
Sangre de Banquo.
MACBETH.
Más vale que sea la suya que la tuya. ¿Queda muerto?
ASESINO 1.º
Le degollé, señor.
MACBETH.
¡Matador excelente te debo apellidar, y más, si acabaste tambien con Fleancio!
ASESINO 1.º
¡Oh rey! huyó.
MACBETH.
¡Y siguen mis temores! Si él hubiera muerto, yo seria feliz, duro como el mármol y las rocas, libre como el aire. Pero ahora me veo receloso, inquieto, entre dudas y temores. ¿Y Banquo murió de veras?
ASESINO 1.º
Cayó en una zanja profundísima, con veinte heridas en la cabeza, la menor de ellas mortal.
MACBETH.
Gracias infinitas. Muerta está la serpiente, pero ese retoño fugitivo ha de envenenarnos con el tiempo. Todavía no ha echado dientes. Vuelve mañana. Aún tenemos que hablar.
(
Se va el asesino.
)
LADY MACBETH.
Esposo, anima con tu presencia y tus palabras la languidez del festin. Si no has de hacerlo, más valdrá comer solos. La alegría es la salsa de las cenas.
MACBETH.
¡Dulce maestra mia! La buena digestion venga hoy despues del apetito, y tras ellos la salud.
LÉNNOX.
Tomad asiento, rey.
MACBETH.
Congregada tendríamos esta noche la flor de la monarquía, si no nos faltase el ilustre Banquo. Quiero culpar su negligencia, más bien que imaginar que le haya acontecido alguna desgracia.
(
El espectro de Banquo ocupa el sitial de Macbeth.
)
LÉNNOX.
Honradnos, señor, tomando asiento.
MACBETH.
¿Dónde? No le encuentro.
LÉNNOX.
Aquí le teneis, señor.
MACBETH.
¿Dónde?
LÉNNOX.
Señor, aquí. ¿Pero qué agitacion es la vuestra?
MACBETH.
¿Quién de vosotros ha hecho esto?
LÉNNOX.
¿Qué, señor?
MACBETH.
Yo no... yo no lo hice... no me mires agitando tu cabellera tinta en sangre.
ROSS.
Levantaos: el rey está enfermo.
LADY MACBETH.
No, no, continuad sentados. Son accidentes que desde jóven padece mi marido. No os levanteis. Es cosa de un momento. Vereis cual se repone en seguida. No os fijeis en él, porque se aumentará su delirio. (
Aparte á Macbeth.
) ¡Y dices que eres hombre!
MACBETH.
Y hombre fuerte, pues que me atrevo á mirar de hito en hito lo que pondria espanto al mismo Satanás.
LADY MACBETH.
¡Necedad insigne! ¡Sombras que finge el miedo! Es como aquel puñal que decias que te guiaba por el aire, cuando mataste al rey Duncan. ¡Consejas, tolerables solo en boca de una anciana, al amor de la lumbre! ¡Vergüenza para tí! ¡Y áun sigues turbado! ¡No ves que tú asiento está vacío!
MACBETH.
¡No, no... Mira, mira!... ¿No lo ves?... ¿Qué dices ahora?... Pero ¿qué me importa lo que digas? ¿Mueves la cabeza en signo de incredulidad?... Habla, habla... Si los sepulcros nos arrojan su presa, los palacios se trocarán en festin de buitres.
(
Se va la sombra.
)
LADY MACBETH.
¿Estás loco?
MACBETH.
Te juro, por mi alma, que le he visto.
LADY MACBETH.
¿Y no te avergüenzas?
MACBETH.
Siempre se ha derramado sangre. Desde que el mundo es mundo, ha habido crímenes atroces. Pero antes el muerto muerto se quedaba. Ahora las sombras vuelven y nos arrojan de nuestros sitiales.
LADY MACBETH.
Tus caballeros reclaman tu presencia.
MACBETH.
No me acordaba de ellos. ¡Amigos mios! ¡nobles caballeros! no hagais caso de mí. Si me conocierais bien, no os extrañaria este súbito accidente. ¡Salud, amigos! Brindemos á la salud de nuestro amigo Banquo, único que nos falta. ¡Ojalá llegue pronto! ¡Brindo por vosotros, y por él y por todos!
LOS CONVIDADOS.
Nosotros repetimos el brindis.
(
Vuelve á aparecer la sombra.
)
MACBETH.
¡Lejos, lejos de mí!... Que la tierra te trague... Mi sangre se hiela: falta á mis huesos el tuétano... la lumbre de mis ojos se oscurece.
LADY MACBETH.
El accidente vuelve: no es grave, pero descompone la fiesta.
MACBETH.
Yo no temo nada de lo que pueden temer los hombres. Ven á mí en forma de tigre de Hircania, de oso ó de rinoceronte: no se agitarán mis nervios. O vuelve á la vida, y rétame á lid campal, hierro á hierro, y si tiemblo al ir á encontrarte, llámame hijo de mi nodriza... Pero no vengas como sombra. ¡Huye de mí, formidable espectro!
(
Desaparece la sombra.
)
Ya se retira, y vuelvo á ser hombre. Sentaos otra vez: os lo suplico.
LADY MACBETH.
Con ese delirio has turbado la alegría del convite.
MACBETH.
¿Y cómo no asombrarnos, cuando estalla esa borrascosa nube de verano? Ahora dudo de mi razon viendo que podeis contemplar tales apariciones sin que vuestro rostro palidezca.
ROSS.
¿De qué apariciones hablas?
LADY MACBETH.
¡Silencio! La contradiccion le molesta. Podeis retiraros sin ceremonia. Idos pronto.
LOS CONVIDADOS.
Buenas noches, y descanse el Rey.
LADY MACBETH.
Buenas noches.
MACBETH.
¡Sangre pide! La sangre clama por sangre; ya lo dice el proverbio. Hasta los árboles hablan á la voz del agorero, ó por natural virtud. Y á veces la voz de la urraca, del cuervo, ó del grajo, ha delatado al asesino. ¿Qué hora es?
LADY MACBETH.
La noche combate con las primeras horas del dia.
MACBETH.
Macduff se niega á obedecerme, y á reconocer mi autoridad.
LADY MACBETH.
¿Le has llamado?
MACBETH.
No, pero tengo noticias ciertas de él por mis numerosos espías. Mañana temprano iré á ver á las brujas. Quiero apurarlo todo, y averiguar el mal, aunque sea por medios torcidos. Todo debe rendirse á mi voluntad. Estoy nadando en un mar de sangre, y tan lejos ya de la orilla, que me es indiferente bogar adelante ó atras. Es tiempo de obras y no de palabras. Descienda el pensamiento á las manos.
LADY MACBETH.
Te falta la sal de la vida, el sueño.
MACBETH.
Pues á dormir. ¡Mi terror, nacido de la falta de costumbre, me quita el sueño! ¡Soy novicio en el crímen!