ESCENA III.
Macbeth
ESCENA III.
Un páramo.
Tres BRUJAS, MACBETH y BANQUO.
BRUJA 1.ª
¿Qué has hecho, hermana?
BRUJA 2.ª
Matar puercos.
BRUJA 3.ª
¿Dónde has estado, hermana?
BRUJA 1.ª
La mujer del marinero tenia castañas en su falda, y estaba mordiéndolas. Yo le dije: «Dame alguna», y la asquerosa, harta de bazófia, me contestó: «Vade retro, condenada bruja.» Su marido se fué á Alepo, mandando el
Tigre
. Yo, como rata sin cola, navegaré en una tela de cedazo, donde cabe bien mi cuerpo. Así lo haré, así lo haré.
BRUJA 2.ª
Yo te ayudaré con un viento desfavorable.
BRUJA 1.ª
Gracias.
BRUJA 3.ª
Yo con otro.
BRUJA 1.ª
De los demas yo soy señora. ¿Qué puerta quedará segura, cuando de todos los puntos de la rosa soplen los vientos? Ni una vez podrá conciliar el sueño. Su vida será la del precito, y las tormentas agitarán sin cesar su nave. ¡Ved!
BRUJA 2.ª
¿Qué es eso?
BRUJA 3.ª
El dedo de un marinero, que se ahogó al volver de su viaje.
BRUJA 3.ª
¡Tambor, tambor! Ya llega Macbeth.
LAS TRES BRUJAS.
Juntemos las manos, hagamos una rueda, como hermanas enviadas del cielo y de la tierra. Tres vueltas por tí, tres por tí, tres por mí: son nueve, cuenta justa. ¡Silencio! Ya ha llegado el término del conjuro.
(
Llegan Macbeth y Banquo.
)
MACBETH.
¡Dia de sangre, pero hermoso más que cuantos he visto!
BANQUO.
¿Está lejos el castillo de Fóres? ¿Quiénes serán aquellas mujeres arrugadas y de tan extraño aspecto? No parecen séres humanos. ¿Sois vivientes? ¿Puedo haceros una pregunta? Debeis de entenderme, porque las tres, al mismo tiempo, poneis en los labios vuestros dedos, que semejan los de un cadáver. No me atrevo á llamaros mujeres, por las barbas.
MACBETH.
Si teneis lengua, decidnos quiénes sois.
BRUJA 1.ª
¡Salud, Macbeth, señor de Glámis!
BRUJA 2.ª
¡Salud, Macbeth, señor de Cáudor!
BRUJA 3.ª
¡Salud, Macbeth, tú serás rey!
BANQUO.
¿De qué nace ese terror, amigo Macbeth? ¿Por qué te asustan tan gratas nuevas? Decidme: ¿sois fantasmas ó séres reales? Habeis saludado á mi amigo con títulos de gloria y anuncio de grandezas futuras y pompas reales. Decidme algo á mí, si es que sabeis qué granos han de germinar ó morir en la série de los tiempos. No temo de vosotras ni odio ni favor.
BRUJAS.
¡Salud!
BRUJA 1.ª
Serás más grande que Macbeth y menos.
BRUJA 2.ª
Más feliz y menos feliz.
BRUJA 3.ª
No rey, pero padre de reyes. ¡Salud, Macbeth y Banquo!
BRUJA 1.ª y 2.ª
¡Salud!
MACBETH.
No os vayais, oscuras mensajeras. Ya se qué soy señor de Glámis por muerte de Sinel, pero ¿cómo he de serlo de Cáudor, si el señor vive próspera y felizmente? Tan absurdo es llamarme señor de Cáudor como rey. ¿Quién os dió esas noticias? ¿Por qué me habeis venido á sorprender en este desierto con tales presagios?
BANQUO.
Son sin duda espíritus vaporosos que engendra la tierra, como los produce tambien el agua. ¿Por dónde habrán desaparecido?
MACBETH.
Los cuerpos se han disuelto en el aire, como se pierde en el aire la respiracion. ¡Ojalá se hubieran quedado!
BANQUO.
¿Será verdad lo que hemos visto? ¿ó habremos probado alguna yerba de las que trastornan el juicio?
MACBETH.
Tus hijos han de ser reyes.
BANQUO.
Lo serás tú mismo.
MACBETH.
¿Y tambien señor de Cáudor? ¿No lo dijeron así?
BANQUO.
¿Quién llega?
ROSS.
Macbeth, el Rey ha oido tus hazañas. Incierto entre la admiracion y el aplauso, no sabe cómo elogiarte, por el valor con que has lidiado contra los noruegos, sin percatarte tú mismo del estrago que en ellos hacias. Van llegando tan densos como el granizo los mensajeros de la victoria, y todos se hacen lenguas de tu heroismo.
ANGUSS.
El Rey nos envia á darte las gracias y á llevarte á su presencia.
ROSS.
Él me encarga que te salude con el título de señor de Cáudor.
BANQUO.
¡Conque tambien el diablo dice verdad!
MACBETH.
Si vive el de Cáudor ¿por qué me atavian con ropas ajenas?
ANGUSS.
Vive el que llevaba ese título, pero debe perder la vida, y se ha fulminado contra él dura sentencia. No afirmo que se uniera con los noruegos contra su patria, pero está convicto y confeso de traidor.
MACBETH.
(
Aparte.
) ¡Ya soy señor de Glámis, y señor de Cáudor! Falta lo demas. (
Á Ross y Anguss.
) Gracias. (
A Banquo.
) ¿Crees que tus hijos serán reyes, conforme á la promesa de los que me han hecho señor de Cáudor?
BANQUO.
Esa promesa quizá te haga ambicionar el sólio. Pero mira que á veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdicion envuelta en dones que parecen inocentes. Oidme dos palabras, amigos mios.
MACBETH.
¡Con dos verdades se abre la escena de este drama, que ha de terminar con una corona régia! ¿Es un bien ó un mal este pensamiento? Si es un mal, ¿por qué empieza á cumplirse, y soy ya señor de Cáudor? Si es un bien, ¿por qué me aterran horribles imágenes, y palpita mi corazon de un modo inusitado? El pensamiento del homicidio, más horroroso que la realidad misma, comienza á dominarme y á oscurecer mi albedrío. Sólo tiene vida en mí lo que aún no existe.
BANQUO.
¡Qué absorto y embebecido está nuestro compañero!
MACBETH.
Si los hados quieren hacerme rey, lo harán sin que yo busque la corona.
BANQUO.
El nuevo honor le viene como vestido nuevo: ¡no se le ajusta bien, por falta de costumbre!
MACBETH.
Corra el tiempo, y suceda lo que quiera.
BANQUO.
A tus órdenes, generoso Macbeth.
MACBETH.
Perdon, amigos. Estaba distraido con antiguas memorias. Agradezco y recordaré siempre vuestros favores. Cabalguemos á ver al Rey. (
A Banquo.
) Medita tú lo que nos ha sucedido. Luego hablaremos con toda libertad.
BANQUO.
Así lo deseo.
MACBETH.
Hasta despues. Ni una palabra más. Vamos, caballeros.